jueves, 30 de septiembre de 2010

Piececitos valientes

Precozmente inició su camino
ignoraba como en un principio
la cinta correría.
Y de un paraíso
la corta ingenuidad fue carbonizada
dejada a la deriva de un páramo
una zona inestable en su propia soledad.

Piececitos iban de día llorando ampollas
temían al calzinante suelo que les correspondía
miserablemente caminar, soñaban cobijo y protección.
Llegada la penumbra su propio llanto le otorgaba
una manta de calor, así sobrevivió
esas noches heladas carentes de amor.

Piececitos se habían vueltos agrestes
parecían de un senil, pero la tierra empeoraba
el camino se hizo de espinas y al andar no había más remedio
que enterrárselas; caminar mientras desengraba
poco a poco, en silencio, nadie lo percataba.
Así pasaron en un día muchos años
las ampollas ya no hablaban, el dolor las callaba
y a las llagas que poco alcanzaban a cicatrizar
una triste tierra se les incorporó, parecía maquillaje
pocos creerían que ahí había dolor, caló muy hondo
pero aún así esos piecesitos no se dignaban a cojear.

Celosamente esperaba una sacudida
llevar al dueño a otra dimensión. Lo logró.
De la pesadumbre sangrosa, cayó en un suelo
hecho de canicas, cada paso , un tropiezo.
Piecesitos esquivaban posibles fracturas
que el cuerpo igual tuvo que llevar.
Así la marea azotaba las torturadas plantas
de los piecesitos que ya asumían entonces
que en su camino el terreno cambiaba
de cataclismo en cataclismo.

Y el ente que llevaba esos piecesitos
le cantaba a su corazón, único amigo
que en su fértil imaginación, le hacía ver
su cuerpo sin sangres, fracturas, tajos ni heridas.
Quienes lo vieron en su prematuro andar,
desconocieron el horror cotidiano que pisaba
pero ninguno niega que no vio jamás
a aquel espíritu mirar a lo alto
no por que deseara volar y salir de esas tierras de espanto
sino por que las nubes siempre le hablaron...

Y ahora esos piecesitos gozan
entre fresco y verde pasto
y las nubes le dicen, que era aquel paraíso
de felicidad y amor inmarchitable
el que ellas le atesoraban.
Los piecesitos tenían que vivir esos tiempos
para comprender, librar y auxiliar
el infierno ajeno.

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